LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN
ANDALUCÍA ORIENTAL. EL EJEMPLAR DEL
CERRO DE LAS AGUJETAS, PINOS PUENTE
(GRANADA)
JUAN A. PACHÓN ROMERO (*/**), JAVIER L. CARRASCO RUS (*/**) & JESÚS
GÁMIZ JMÉNEZ (**) 1.
RESUMEN
Damos a conocer una interesante espuela ibérica en bronce, la primera de su clase de la
que hay constancia en la provincia de Granada, al menos con su conservación. Procedente del
yacimiento de Las Agujetas, su hallazgo —asociado a un importante corpus material— permite comprender mejor la secuencia arqueológica del sitio, en relación con el Cerro de los
Infantes. Las funciones militar y, sobre todo la funeraria, se afianzan como las probables actividades del lugar, a lo largo del primer milenio a.C.
Palabras clave: espuela, fíbula de tipo Alcores, fortificación, asentamiento secundario, kylix
ática.
ABSTRACT
An interesting Iberian spur made in bronze has been found in the province of Granada in
the site of Las Agujetas. Unknown previously in this area the spur, together with other
archaeological materials, allows us to a better understanding of the archeologycal secuences
of the site and their relationships with other neighbour settlements like Cerro de los Infantes.
Military and specially funerary functions can be considered the main activities carried out in
this area during the first millennium b.C.
Key Words: spur, phibula of Alcores type, fortification, secondary settlement, atica kylix.
1 Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (*). Grupo de Investigación HUM 143 de la
Universidad de Granada (**). japr@arrakis.es, jcrus@ugr.es y gamizjimenez@gmail.com.
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JUAN A. PACHÓN ROMERO, JAVIER L. CARRASCO RUS, JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ
I. INTRODUCCIÓN
Presentamos con este trabajo el hallazgo aislado y superficial de un dispositivo tecnológico y funcional, propio de la cultura material antigua
prerromana 2, perteneciente a la panoplia de los guerreros ibéricos 3, destacado en los jinetes peninsulares como evidencian los textos escritos 4 y van demostrando los hallazgos arqueológicos sucesivamente. No se trata, por tanto,
de un descubrimiento único ni sorprendente, a no ser por el hecho de que se
trata del primero que conocemos en la provincia de Granada, al menos directamente. Al mismo tiempo, su estado de conservación es excepcional, pese a
que esté dividido en dos fragmentos que debieron romperse en época antigua,
lo que no impide que comprendamos no solo la ingeniería de su concepción,
sino que esos fragmentos también están demostrando que pudieron servir como
soporte de ciertas expresiones estéticas, aparte de su manifiesta y básica fun-
2 CUADRADO DÍAZ, E., «Espuelas ibéricas», XV Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza, 1979,
págs. 735-740; QUESADA SANZ, F., «En torno a las espuelas articuladas ibéricas, artesanado y las
relaciones entre las regiones murciana y granadina», Anales de Prehistoria y Arqueología, 17-18,
2001-2002, págs. 239-246; ÍDEM, «Mirando el mundo desde lo alto: espuelas y otros elementos asociados al caballo en el poblado de La Serreta de Alcoi», Recerques del Museu d’Alcoi, 11-12, 20022003, págs. 85-100; IBÍDEM, «El gobierno del caballo montado en la antigüedad clásica con especial
referencia al caso de Iberia. Bocados, espuelas y la cuestión de la silla de montar, estribos y herraduras», Gladius, XXV, 2005, págs. 97-150.
3 QUESADA SANZ, F., El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social y simbólico de las armas en la Cultura Ibérica (siglos VI-I a.C.), Monique Mergoil, Montagnac, 1997.
4 Sobre la importancia de los caballos y los jinetes en época prerromana puede verse una reciente monografía (QUESADA SANZ, F. y ZAMORA M ERCHÁN, N., El caballo en la antigua Iberia. Estudios
sobre los équidos en la Edad del Hierro, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 19, Real Academia de
la Historia, Madrid, 2003).
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ción utilitaria en el castigo consciente de los caballos, para lo que siempre se
han empleado las espuelas en la monta ecuestre.
Por otra parte, la localización del hallazgo está muy claramente identificada en el granadino Cerro de las Agujetas (Fig. 1). Lugar que permite, con el
concurso de la espuela, junto a otras evidencias conocidas, proponer una interpretación del yacimiento como un espacio necropolar, diferente —aunque
no contradictorio— con otras lecturas que se han ido proponiendo para la explicación del lugar. El sitio no debió ser un núcleo independiente, sino que
hubo de relacionarse directamente con el centro más cercano e importante de
la antigua Ilurco, el actual Cerro de los Infantes (Fig. 2). Su ubicación se establece en la margen izquierda del río Velillos (o Frailes), elevado sobre una
pequeña cota de carácter margoso, un poco por encima de los seiscientos metros (627,5) y constituyendo una eminencia topográfica alargada que se dispone perpendicularmente y, en cierto modo, paralelo al curso de aquel río y
del camino que lleva a las pequeñas poblaciones actuales de Olivares y Moclín.
El interés de Las Agujetas en la antigüedad derivaba de su personal configuración topográfica, que debió haberse utilizado en tareas complementarias
para la defensa en algunos momentos históricos, como explicarían los restos
de una posible fortificación en su cima. De la misma manera, su posición aislada le daba un gran dominio directo respecto del camino sobre el que se sitúa, mucho más próximo que el aledaño Cerro de los Infantes que, con su mayor altura y escarpamiento de su vertiente oriental, quedaría en inferioridad
para un acceso rápido y directo a esta ruta natural, de la que además estaba
separada por el curso del río Frailes. No obstante, hay que reconocer una
complementariedad entre ambos sitios, no solo desde un punto de vista económico y estratégico, sino en cuanto a la división de funciones urbanas, respecto de las que posiblemente Las Agujetas sirviera también como área de
necrópolis. Desde la óptica de la dinámica viaria antigua, ambas elevaciones
permitirían un estricto control para el acceso desde esta parte hacia la Vega
de Granada, algo indispensable dado el interés económico que la depresión
representaba para todas las poblaciones asentadas en su entorno, desde el momento en que se completara su relleno geológico, o fuese suficiente para iniciar su uso como espacio agrícola de importancia 5.
5 En otras publicaciones hemos defendido el progresivo relleno del fondo pantanoso de la Vega de
Granada en tiempos pre y protohistóricos [PACHÓN ROMERO, J. A., PASTOR MUÑOZ, M. y CARRASCO
RUS, J., «Los problemas de transición en las sociedades protohistóricas del sureste. El Cerro de la
Mora (M. de Zafayona, Granada)», Actas II Congreso Peninsular de Arqueología, vol. III, Zamora,
1996, Madrid, 1999, págs. 129-140]. La colmatación de la misma alcanzaría tiempos iberos o
preiberos, para cuyas poblaciones la Vega constituía un referente simbólico y económico de primer
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II. INTERPRETACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL YACIMIENTO
Pese a que no se ha realizado hasta el presente ningún trabajo arqueológico directo en Las Agujetas, los datos que podemos proporcionar son de cierto
interés, aunque solamente aproximativos. Al estar obligados a valorar exclusivamente evidencias materiales de origen superficial, su carácter solo le aportan un reducido interés probatorio, por lo que no podemos permitirnos asegurar con total certeza cualquier afirmación al respecto. Desde luego, tampoco
es la primera vez que se aportan elementos de juicio sobre el sitio, que fue
dado a conocer en los años sesenta del pasado siglo por el profesor M. Pellicer 6,
a partir de informaciones de campo recogidas desde finales de los cincuenta.
Hoy, la continua información arrojada por el mismo yacimiento, en sucesivos
hallazgos, permite intuir relaciones cada vez más completas sobre el contenido patrimonial del lugar y ajustar mejor la conceptualización histórico-cultural que le corresponde. Aunque también ha habido otras interpretaciones indirectas sobre el Cerro de las Agujetas, posiblemente los acercamientos más extensos se deban a nosotros mismos, que habrían de unirse a las referencias
previas y a las posteriores que siguieron a nuestro primer análisis 7. De todos
modos, en la mayor parte de los casos, siempre han sido estudios parciales,
ya sean por referirse a un aspecto concreto de su propio espectro cultural, o
porque se incluyeron en interpretaciones mucho más amplias de un territorio
mayor en el que únicamente alcanzan una importancia secundaria. En cuanto
a nuestras propias investigaciones, cuando pudimos dar a conocer el interés
orden, dando sentido a la necrópolis tumular de Ilurco con sus monumentos dispuestos estratégicamente ante la depresión [PACHÓN ROMERO , J. A. y PASTOR MUÑOZ, M., «Túmulos protohistóricos
en la provincia de Granada», Rev. Arqueología, 154, febrero, Madrid, 1984, págs. 24-29; PACHÓN
ROMERO, J. A. y CARRASCO RUS, J., «Usos funerarios protohistóricos: los túmulos de Pinos Puente
(Granada)», Homenaje a María Angustias Moreno Olmedo, Universidad de Granada, Granada (2004),
págs. 779-813; P ACHÓN R OMERO , J. A. y C ARRASCO R US , J.: «Sobre la necrópolis tumular
protohistórica de Pinos Puente (Granada). Una Revisión», Revista del Centro de Estudios Históricos
de Granada y su Reino, 17, Granada, 2005, págs. 15-68]. Últimamente también hemos tratado estos
problemas (PACHÓN ROMERO, J.A., «Más allá de Iliberri: ibéricos en las depresiones occidentales
granadinas», I Congreso de Arqueología Bastetana, Baza, 2008, Granada, 2009).
6 PELLICER CATALÁN, M., «Actividades de zona de la provincia de Granada durante los años 19571962», Noticiario Arqueológico Hispánico, 6, Madrid, 1964, págs. 304-350; en especial, 312.
7 Debe hacerse mención a la referencia de P. Moret en torno a una posible fortificación en su cima,
que ya había destacado Pellicer (MORET, P.: Les fortifications ibériques de la fin de l’Âge du Bronze
à la conquête romaine, Collection de la Casa de Velázquez, 56, Madrid, 1996, pág. 522). Del mismo
modo, uno de nosotros ha vuelto a referirse a algunos aspectos del yacimiento (PACHÓN ROMERO, J.
A., «Más allá de Iliberri…», art. Cit., supra), mientras ultima otra obra conjunta sobre la Segunda
Guerra Púnica en la zona, que también aludirá a Las Agujetas (PACHÓN ROMERO, J. A. y ANÍBAL
GONZÁLEZ, C., Monedas de campamentos cartagineses en la Vega de Granada, en preparación.)
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protohistórico de esta estación arqueológica 8, solo mostramos restos materiales correspondientes a los momentos postreros del Bronce Final, así como a
los de época orientalizante y de inicios del periodo ibero (Figs. 3-4), obviando una parte importante del espectro cultural que hoy podemos vislumbrar y
del que apenas fuimos capaces de avanzar mucho más en otra aportación general y posterior sobre el horizonte ibérico granadino 9.
Tampoco es viable que tratemos en este momento de completar la visión
que del yacimiento puede alcanzarse actualmente, pero sí intentaremos aportar algunas referencias que suponen hipótesis novedosas sobre la utilidad del
mismo. Para ello será fundamental la adecuada comprensión del hallazgo que
presentamos, no sin recordar ciertas referencias que permiten —al menos—
dar una idea más apropiada de lo que significó el yacimiento, para poder apoyar también las argumentaciones que pretendemos acabar destacando. Por ello,
resulta necesario que recordemos los vestigios de momentos anteriores, a los
que añadiremos algunos otros de más clara significación ibérica, para permitirnos contextualizar convenientemente la espuela metálica que vamos a estudiar.
Respecto de los vestigios estructurales, no se aprecian fácilmente en Las
Agujetas elementos constructivos de entidad que permitan deducir una
funcionalidad concreta del lugar en la antigüedad. Solamente, en época de fuertes lluvias estacionales, se aprecian ciertos alineamientos de edificaciones con
estrechos muros de piedra que parecen dibujar estructuras cuadradas o rectangulares de poca consistencia y que aparecen en los espacios paralelos que
dejan libres las filas de olivos que siembran las laderas de toda la colina, principalmente en su parte occidental, frente a Los Infantes. Tampoco se vislumbran ya, a simple vista, los restos de fortificación señalados por otros autores,
por lo que poco podemos indicar sobre su carácter; aunque los últimos que
los vieron también indicaron que seguían las líneas de las curvas de pendiente, casi en la cima y en la misma vertiente que hemos señalado 10. Al margen
de esta posible edificación fortificada, las otras construcciones que todavía
8 PACHÓN ROMERO, J. A., CARRASCO RUS, J. y PASTOR MUÑOZ, M., «Protohistoria de la Cuenca Alta
del Genil», Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada, 4, 1979, págs. 324-329.
9 ADROHER AROUX, A., LÓPEZ MARCOS, A. y PACHÓN ROMERO, J. A., Granada arqueológica: La Cultura Ibérica, Los Libros de la Estrella,11, Diputación Provincial, Granada, 2002, págs. 147-148.
10 En época de lluvia aún se observa, en la ladera sur, un pronunciado escalonamiento de la vertiente,
en el tercio superior de la colina, que podría corresponder con el lugar por donde corría el cierre de
la muralla en esta parte. La falta de los componentes pétreos del paramento exterior impide una mayor precisión sobre el carácter del revestimiento, pero la presencia de pequeñas piedras irregulares
en una amalgama de barro endurecido recuerda el interior murario de un posible recinto, muy diferente de las tierras sueltas habituales ladera abajo.
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son visibles podrían estar señalando elementos de habitación, aunque tampoco podríamos desdeñar una significación funeraria, siempre que tengamos en
cuenta la auténtica etiología que se deduce de ciertos hallazgos 11.
Los vestigios arqueológicos más antiguos de Las Agujetas reflejan con claridad el interés por el lugar en tiempos remotos. Existen, así, hallazgos prehistóricos, aunque no parecen ser anteriores al final del Bronce o, lo más tardar, al período protohistórico y orientalizante, en contacto ya con la colonización fenicia. Las cerámicas a mano que ya se habían publicado pertenecen en
su conjunto a los repertorios comunes de los asentamientos locales desde el
Bronce Final, pero con una clara pervivencia en el momento de transición
protoibérico, que hacen más abundantes los vestigios de este momento, confeccionados ya a torno. Losparalelos más cercanos de estos contenidos materiales arqueológicos se encontrarían en el vecino asentamiento de Cerro de
Los Infantes, así como en el más lejano de La Mora. El repertorio de cerámica a mano es bastante interesante, al ofrecer vasos de perfil cilíndrico (Fig. 3:
1), acompañados también de abundantes fondos planos con el típico reborde
redondeado o en talón (Fig. 3:2), junto con fuentes de borde vuelto (Fig. 3:3).
Estas últimas vienen a demostrar la pervivencia de los grandes recipientes
abiertos con base rehundida a mano que serían, posteriormente, imitados por
las primeras producciones grises a torno que abundan en los ámbitos indígenas del interior peninsular; aunque son productos conocidos que también se
habrían realizado en el entorno productivo de los colonizadores fenicios, propio del ámbito costero malagueño 12. Es muy probable que estos artículos se
realizaran para su venta entre los indígenas y, posteriormente, ser imitados en
los ámbitos productivos locales del interior 13.
Tan interesante conjunto cerámico también aporta otros representantes que
se fabricaron en vajillas torneadas con arcillas claras, siguiendo un variado
muestrario tipológico. Destacan, entre un sinfín de fragmentos, parte de la boca
11 En la vertiente norte del yacimiento, en el perfil del cauce del arroyo temporal que corre por la vaguada que delimita Las Agujetas con la siguiente elevación topográfica, se recuperó en cierta ocasión una falcata completa y doblada, lo que alude claramente a la presencia de necrópolis en el sitio,
o en sus inmediatos alrededores.
12 Es lo que podría deducirse del contenido de las producciones de centros alfareros descubiertos recientemente en las cercanías de Torre del Mar, junto a la desembocadura del río Vélez [MARTÍN CÓRDOBA, E.; RAMÍREZ S ÁNCHEZ, J. de D. y RECIO RUIZ, A.: «Producción alfarera fenicio-púnica en la
costa de Vélez-Málaga (siglos VIII-V a.C.)», Tiempos de púrpura. Málaga antigua y antigüedades
hispanas, I, Mainake, XXVIII, Málaga, 2006, págs. 257-287].
13 La peculiaridad de la fuente gris a que nos referimos estriba en que se trata de un producto de raigambre mixta, a mitad de camino entre la artesanía local y las primeras realizaciones torneadas, con
el añadido de fuertes líneas de alisado o espatulado exterior que podrían relacionarse con las técnicas del bruñido tan características de estos momentos en buena parte del territorio andaluz.
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de un ánfora de tipo fenicio con borde almendrado (Fig. 3: 4), cuyo hombro
marcado no se ha conservado; así como los restos del remate superior de una
vasija con decoración policroma, posiblemente correspondiente a un pithos
(Fig. 3: 5). Otros vestigios de la alfarería de este momento se corresponden
con un lote de cerámicas grises a torno, entre las que destaca un interesante
soporte anular (Fig. 4: 6), junto a los bordes de varias fuentes (Fig. 4: 7-9)
que no han conservado sus típicos fondos rehundidos o planos, y en los que
no es infrecuente encontrar grafitos o marcas de alfar estampilladas o incisas 14.
La interpretación más lógica, para explicar razonablemente la presencia
de estas cerámicas, debe buscar una relación directa con los restos de hábitat
correspondiente con este mismo momento y que se conocen y excavaron en
el Cerro de Los Infantes, concretamente en la parte opuesta del río Frailes
(margen derecha), junto a la confluencia de este mismo río con la carretera
Granada-Badajoz (N-432) 15, donde eran evidentes los restos de estructuras,
propias de un asentamiento o de concretos espacios artesanos dedicados a la
fabricación masiva de cerámica industrial de gusto fenicio, como ya se ha estudiado en otro sitio 16. La presencia de materiales arqueológicos similares a
uno y otro lado del río, en Agujetas e Infantes, no tiene por qué ser contraproducente, pues se explicaría en un doble sentido; por un lado, como extensión
del propio asentamiento, en el núcleo principal; por otro, como una de las necrópolis del poblado arcaico, precursor de Ilurco.
El Cerro de las Agujetas con su personalísima configuración topográfica,
junto a una posición geográfica enfrentada al poblado que se asienta en Los
Infantes, del que lo separa un curso permanente de agua, materializa una disposición geográfica que refrendaría el uso necropolar de aquel sitio desde época
antigua; al menos desde época orientalizante, señalando una de las facies más
14 Falta todavía un estudio pormenorizado de este tipo de marcas, aunque ya existen algunos
acercamientos arqueológicos de notable interés sobre los grafitos (MEDEROS MARTÍN, A. RUIZ CABRERO , L.A., «Los inicios de la escritura en la Península Ibérica. Grafitos en cerámicas del Bronce
Final III y fenicias», Complutum, 12, 2001, págs. 97-112; ÍDEM, «Los inicios de la presencia fenicia
en Málaga, Sevilla y Huelva», Tiempos de púrpura. Málaga antigua y antigüedades hispanas, I,
Mainake, XXVIII, 2006, págs. 129-176, especialmente: 152-162).
15 MENDOZA EGUARAS , A., MOLINA GONZÁLEZ , F., ARTEAGA MATUTE, O. y AGUAYO DE HOYOS, P.,
«Cerro de los Infantes (Pinos Puente, Provinz Granada). Ein Beitrag zur Bronze und Eisenzeit in
Oberandalusien», Madrider Mitteilungen, 22, Madrid, 1981, págs. 171-210. MOLINA GONZÁLEZ , F.,
MENDOZA EGUARAS, A., SÁEZ PÉREZ, L, ARTEAGA MATUTE, O., AGUAYO DE HOYOS, P. y ROCA
ROUMENS, M. (1983): «Nuevas aportaciones para el estudio de la cultura ibérica en la Alta Andalucía. La campaña de 1980 en el Cerro de los Infantes». XVI Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza, págs. 689-707.
16 CONTRERAS CORTÉS, F., CARRIÓN PÉREZ, F. y JABALOY SÁNCHEZ, M.ªE., «Un horno de alfarero
protohistórico en el Cerro de los Infantes (Pinos Puente, Granada)». XVI Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza, 1983, págs. 533-537.
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antiguas de su posible trayectoria vital. En este sentido, ha sido interesante
comprobar científicamente, mediante variadas recuperaciones en el sitio, la
presencia de diversos elementos metálicos que aludirían a esas mismas etapas, como ocurre con una fíbula tartésica de bronce de tipo Alcores (Fig. 5),
bien conservada, a la que solo le falta la aguja. Fue recuperada en las inmediaciones del yacimiento, en la vaguada que —por el este— lo separa de otra
eminencia cercana (Cerro Granados). Poco habituales en territorio granadino,
estas fíbulas se conocen en Andalucía Oriental y suponen un relevante número de hallazgos en muchos ambientes tartésicos de la Baja Andalucía 17, prácticamente todos de procedencia superficial, aunque hay casos de claros contextos funerarios 18. Esta evidencia arqueológica proyecta una interpretación
similar para la fíbula granadina, al apoyar la frecuentación del sitio en los siglos VII-VI a.C. y explicitando su posible uso mortuorio.
Aunque es evidente que el espacio funerario de Agujetas debió tener un
espectro cronológico más amplio, posiblemente continuado a lo largo del tiempo y que proseguirá, al menos, hasta una facies ibérica plena y tardía, enlazando ya con los avatares históricos de época romano-republicana. De ese dilatado periodo serían buena muestra los restos de cerámicas áticas, tanto en
lo que respecta a las producciones de figuras rojas 19 como a las de barniz negro, de las quepodemos ofrecer alguna pequeña muestra gráfica (Fig. 6), pero
bastante significativa de un copa para beber ática. Fragmentos de vasijas como
las de esta kylix, o de otras formas coetáneas, aparecen también en contextos
específicos habitacionales, pero la acumulación de hallazgos y, en ocasiones,
sus apariciones aisladas son también suficiente indicio de actividad funeraria
ibérica. Se trata de evidencias que, en Las Agujetas, ilustrarían su probable
continuidad funcional como espacio necropolar, en torno al primer cuarto del
siglo IV a.C.
17 STORCH DE GRACIA, J.J., La fíbula en la Hispania antigua: las fíbulas protohistóricas del Suroeste
peninsular. Colección tesis doctorales, 39/89. Ed. Complutense, Madrid, 1999, págs. 192-216.
18 Así, en la tumba 15 de La Joya (Huelva) y, quizás, en las necrópolis giennenses de Cerrillo Blanco
de Porcuna y de Los Chorrillos en Mengíbar (TORRES ORTIZ, M., Sociedad y mundo funerario en
Tartessos, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 3. Real Academia de la Historia, Madríd. 1999,
págs. 62-63 y 98-99).
19 La importancia del uso doméstico y funerario de estas cerámicas debe seguirse en ROUILLARD, P., Les
grecs et la Péninsule Ibérique. Du VIIIe au IVe siècle avant Jésus-Christ, Publications du Centre Pierre
Paris (UA 991), 21, Paris, 1991, pág. 180. Otros aspectos sobre esta vajilla en SABATTINI, B. (Ed.), La
céramique attique du IVe siécle en Méditerranée occidentale. Actes du Colloque International, Arlés,
7-9 décembre 1995 (2000). La producción ática, desde sus momentos iniciales en Iberia a los siglos VIV a.C., debe verse en DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. J. y SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, C., Greek Pottery from
the Iberian Peninsula. Archaic and Classical Periods, Ed. Brill, Leiden-Boston-Köln, 2001.
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Las producciones alfareras áticas y campanienses de barniz negro también
fueron bastante corrientes entre los repertorios habituales de las vajillas indígenas, pero nunca estuvieron constituidas en exclusiva por los artículos importados, sino que —además— sirvieron de modelo para muchas de las formas cerámicas que eran producidas localmente por los artesanos indígenas.
Este es un aspecto que resulta fácilmente deducible, siempre que tomemos en
consideración los perfiles que muestran algunas fuentes o cuencos recogidos
en el mismo sitio (Fig. 7: 1-2), pese a que en estos casos se hicieran con arcillas claras y se decoraran interiormente con pequeñas líneas rojas horizontales. Fue una solución decorativa de larga tradición, remontable hasta las primeras referencias de la colonización fenicia, pero que en época ibérica habían cambiado el referente de los modelos formales, simplificando la policromía por registros más simples, bicromos o monocromos.
No debe descartarse, sin embargo, que muchos de estos recipientes vinieran usándose con ligeras diferencias de forma desde tiempo antes, como atestigua el imponente repertorio formal de este tipo de vasos entre las recuperaciones producidas en el pequeño yacimiento albaceteño de El Castellón 20, que
cierra su ciclo vital en el siglo V a.C. No obstante, el aspecto de la pasta del
recipiente de Agujetas, muy fino, con pequeños granos de desgrasante, parece apuntar mejor a un siglo IV, si no es del III a.C., cuando empiezan a generalizarse las cerámicas campanienses que también muestran un repertorio formal con perfiles de cuencos, fuentes y platos muy próximos a los que estamos comentando 21.
Pero la existencia de vestigios posteriores a estos momentos materializaría uno de los más relevantes problemas que presenta la investigación de Las
Agujetas, precisamente el de la continuidad de su uso, y si este fue fundamentalmente funerario o de otro tipo. En este sentido, diferentes hallazgos permiten plantear la posibilidad de que, por un cierto tiempo, se hubiese ubicado
en el sitio un campamento militar durante los acontecimientos de la Segunda
Guerra Púnica, lo que chocaría en principio con la continuidad en el lugar de
un área de enterramiento. Sin necesidad de ser exhaustivos, de aquellos otros
20 SORIA, L., El horizonte ibérico de El Castellón (Hellín y Albatana, Albacete), Instituto de Estudios
Albacetenses, Albacete, 1997, págs. 101 sigs., figs. 26 sigs.
21 Para el análisis de las tipologías cerámicas que abundan en periodos ibéricos en los alrededores del
siglo III a.C. es indispensable el cotejo de los materiales recuperados en el Cerro de la Cruz (VAQUERIZO G IL, D., Q UESADA S ANZ, F. y M URILLO REDONDO, J.F., Protohistoria y romanización en la
Subbética Cordobesa. Una aproximación al desarrollo de la cultura ibérica en el sur de la actual
provincia de Córdoba, Arqueología. Monografías, 11, Junta de Andalucía, Universidad de Córdoba,
Sevilla, 2001, págs. 139 sigs).
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restos destacaría la presencia de glandes de plomos 22, de los que hemos podido reproducir un pequeño ejemplar, de entre los muchos allí recuperados 23
(Fig. 7:3). Usados frecuentemente como arma ofensiva (proyectil de honda)
por los combatientes de época republicana, su existencia quizás aluda a la presencia de soldados y a la posibilidad de una escaramuza en los alrededores, si
no hubo incluso algún campamento militar durante la contienda romanocartaginesa. En este sentido también deben considerarse otros elementos, como
el hallazgo de una importante variedad de monedas que no estudiaremos aquí,
pero que permiten plantear interesantes paralelos con otros lugares peninsulares que ya se están interpretando como asentamientos temporales de tropas,
ya fuesen romanas o púnicas 24. Aunque creemos que estos desenvolvimientos
históricos, en los que podría haberse visto envuelta Las Agujetas, representan
ya un período ajeno al contexto arqueológico de la espuela que aquí tratamos.
III. CATÁLOGO DE LA ESPUELA DE LAS AGUJETAS
Para hacer más útil este trabajo, seguiremos en este apartado descriptivo
la misma pauta de catalogación que, para estos objetos, ha hecho en sus últimas aportaciones F. Quesada. Trataremos, igualmente, de incluir la espuela
en alguno de los distintos grupos tipológicos que este autor viene desarrollando, aunque a partir de la clasificación básica que ya hiciera E. Cuadrado en
las dos formas elementales de espuela articulada (1) y rígida (2) 25.
Tipo: 2B (Fig. 8). Espuela de placa rectangular con resalte o moldura en
la parte superior e inferior.
Material: bronce fundido en su totalidad, tanto en lo que respecta a la placa como al acicate.
Dimensiones: apertura total 26, 7.7 cm; anchura máxima, 2.5; anchura mínima, 2.2 cm.; longitud del acicate, 6.3 cm.
22 Una pequeña puesta al día de estos glandes, a partir de los casos republicanos hallados en Osuna,
puede seguirse en QUESADA SANZ, F., «Armamento romano e ibérico en Urso (Osuna): testimonio
de una época», Cuadernos de Amigos de los Museos de Osuna, 10, 2008, pág. 16.
23 Las dimensiones son: longitud máxima: 3,15 cm.; máximo: 1,6 cm. y el peso es de 34,25 gramos.
24 NOGUERA G UILLÉN, J., «Los inicios de la conquista romana de Iberia: los campamentos de campaña
del curso inferior del río Ebro», Archivo Español de Arqueología, 81, 2008, págs. 31-48.
25 Este análisis fundamental (CUADRADO DÍAZ, E., Op. cit., nota 2) ha venido siendo ampliado principalmente por QUESADA SANZ, F., Op. cit., nota 2 (2002-2003), pág. 89, figs. 3-4. Véase también a
QUESADA SANZ, F., Op. cit., nota 2 (2005), págs. 128-134. La numeración arábiga 1 / 2 que seguimos se debe a este último autor, porque Cuadrado las denominó al revés, aunque con números romanos, a la rígida tipo I y a la articulada tipo II (CUADRADO DÍAZ, E., Op. cit., supra, págs. 736-737).
26 La dimensión que se considera es la distancia de separación máxima entre los dos extremos de la
placa.
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
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Calidad y decoración: muestra una excelente factura, aunque como viene
siendo habitual presenta una cierta asimetría, ya que el acicate no se sitúa en
el centro de la placa y, además, ese verdugo está ligeramente desviado hacia
la derecha, rompiendo la teórica perpendicularidad original. La placa presenta, en los bordes superior e inferior de su cara frontal, sendas molduras redondeadas que, al margen de su carácter ornamental, sirvieron como salvaguarda de la piel del jinete, evitando cortes y rozaduras que hubiesen sido inevitables con un perímetro anguloso. El acicate es piramidal, pero con las aristas achaflanadas, por lo que da una sección octogonal, más acusada hacia la
base, conforme se distancia del vértice, buscando en ese punto un recorte más
vertical que realza esa tendencia poligonal. Además, la base está moldurada
con un doble estrangulamiento separado a unos 0,6 cm. de distancia y a 0,5
cm. del apoyo en la placa. Entre ésta y el acicate se interpone un elemento
resaltado, de forma losángica y paralelo a dicha placa en sentido longitudinal,
sobre el que se ha grabado una sencilla decoración compuesta por una serie
incisa de escamas paralelas que recorren todo el contorno de ese adorno
romboidal, amén de seis pequeños círculos, dispuestos en el eje principal del
rombo y divididos por el acicate en dos grupos de tres, a izquierda y derecha
del mismo. No hay muestras de que el vástago que sirve de acicate sea un
elemento independiente de la placa, por lo que toda la espuela pudiera tratarse de una pieza fundida de una sola vez, constituyendo una rareza en un corpus donde lo habitual son las espuelas con dos componentes independientes,
pero unidos finalmente en el producto acabado.
Aunque la espuela de Agujetas solo conste de una pieza metálica, elaborada probablemente por fundición, los detalles decorativos tendrían que
rematarse con posterioridad a la fase puramente metalúrgica, mediante limado y burilado. Pero tampoco debe descartarse definitivamente que se hubiese
conformado mediante la conjunción de dos piezas metálicas: así, la existencia en la parte central y trasera de la placa de una zona rehundida, donde no
se aprecia una superficie tan alisada como en el resto, podría indicar que el
vástago también pudo pegarse en caliente a la placa, presionando suficientemente en ese punto y dejando una visible irregularidad que quizás podría explicarse de este modo, por la presión de la espuela sobre el yunque.
Por último, en los dos extremos de la placa se dispusieron sendas perforaciones de perfil rectangular, aunque el lado externo de estos agujeros, el que
se dispone paralelo al borde más estrecho de la placa, alcanza un trazo redondeado, posiblemente para facilitar el paso y sujeción de la correa con que la
espuela quedaba fijada firmemente al tobillo del jinete.
Observaciones: la espuela está fragmentada en dos trozos que casan entre
sí, aunque con las irregularidades derivadas de la torsión de la placa en ese
punto, efecto de procesos erosivos posteriores a su ruptura. La rotura afecta
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JUAN A. PACHÓN ROMERO, JAVIER L. CARRASCO RUS, JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ
en concreto al lado izquierdo, por encima del ángulo del losange decorativo
en esa misma zona.
Procedencia: superficial. Cerro de Las Agujetas, Pinos Puente, Granada.
Base de la ladera oriental.
IV. CRONOLOGÍA, DISTRIBUCIÓN Y CONCLUSIONES
Los hallazgos de espuelas prerromanas andaluzas son verdaderamente
muy escasos, al menos si se compara el espacio por el que se distribuyen y
el número real de ejemplares conocidos. No obstante, pensamos que debemos estar ante un evidente vacío de la investigación arqueológica, más que
ante una auténtica falta de ejemplares en el territorio considerado; ya que
su reparto geográfico aporta algún caso de concentración locacional
sorprendentemente abundante, pero de difícil explicación siempre que no se
acepte esa precaria indagación. A pesar de las dificultades, es posible obtener ciertas conclusiones.
A partir de los datos que ha venido aportando el mismo F. Quesada 27, en
Andalucía tendríamos un total de siete yacimientos donde se han encontrado
espuelas, de las que solo una (Baza) sería del tipo articulado. El conjunto alcanzaría un volumen total en torno a trece ejemplares, de los que una docena
corresponderían al modelo rígido, aunque en su gran mayoría se habrían fabricado en hierro o con una composición mixta (hierro/bronce); quedando más
escasos ejemplares confeccionados exclusivamente en bronce, como ocurre
con el ejemplar de Las Agujetas. Si concretáramos más, haciendo un análisis
mínimamente territorial, vemos cómo los hallazgos por lugares de aparición
(Fig. 9) se concentran mayoritariamente en la provincia de Córdoba, en zonas
arqueológicas de Fuente Tójar (Los Torviscales) y Almedinilla (Los Collados 28
y Cerro de la Cruz), seguidos de los tres ejemplares de Granada, con las espuelas de Baza 29 y Pinos Puente; a las que seguiría la presencia algo más
reducida de Jaén con las recuperaciones procedentes de Collado de los Jardines y Castellones de Céal. A ellas se añadiría una postrer espuela procedente
27 QUESADA S ANZ, F., Op. cit., nota 2 (2002-2003), fig. 2.
28 De la necrópolis de los Collados se citan un total de cinco espuelas, una de bronce y cuatro más de
hierro (MARAVER Y ALFARO, L., «Expedición arqueológica a Almedinilla», Revista de Bellas Artes e
Histórico Arqueológica, serie II, t. II, Madrid, 1867, págs. 307-323. El manuscrito de este trabajo
puede consultarse en www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/rahis, donde la noticia de las espuelas puede contrastarse en la pág. 14.
29 Se conocen de la necrópolis del Santuario, una espuela articulada y otra rígida, la primera se realizó
en bronce/hierro [QUESADA S ANZ, F., Op. cit., nota 2 (2001-2002), págs. 240-241, láms. 1-2].
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
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de Sevilla, localizada en el Cerro Macareno 30 de San José de la Rinconada.
Este último caso, procedería del hábitat del citado yacimiento, en una posición estratigráfica que —de ser acertada— elevaría la presencia de las espuelas andaluzas hasta el siglo VI a.C. Algo que, por ahora, no es un hecho generalizado y que también podría apuntar a un desenvolvimiento ajeno al grueso
de los representantes ibéricos.
Sin detallar las características de cada hallazgo, los porcentajes de aparición por provincia resultan ahora demasiado significativos 31, con toda probabilidad por la escasez de la muestra, como puede apreciarse suficientemente
en nuestra figura 10. Ello supone que, respecto del caso menos llamativo de
la espuela de Sevilla, Jaén represente el doble de su porcentaje; pero en tierras de Granada ya tendríamos un ascenso considerable de hasta un tercio más,
mientras que Córdoba sola superaría la suma de todos los demás índices reunidos, quedando más de catorce puntos por encima de la media (64,70 %);
lo que supone veintinueve más que todos los demás, representando once veces más que la referencia de Cerro Macareno. Resultaría así evidente que no
hay una lógica relación entre esas magnitudes, por lo que la situación solo
podría explicarse mediante la constatación de una muestra muy deficiente
y, también, porque la investigación en el entorno cordobés de Fuente Tójar
y Almedinilla ha sido mucho más intensa que en los otros yacimientos andaluces.
Para hacer otro tipo de valoraciones, debemos volver a observar el mapa
andaluz de distribución espacial de las espuelas (Fig. 9), donde es de apreciar
la importante deriva espacial que ofrecen los hallazgos hacia la zona oriental
de la región y hacia Levante, materializando el hecho ya comprobado de que
los verdugos hípicos fueron un elemento de cultura eminentemente ibérico.
Así lo acredita la mayor concentración de hallazgos que se localiza en la zona
murciana y levantina, con un máximo de localizaciones en yacimientos de este
área 32, pero con un importante muestrario de recuperaciones en todo ese am-
30 PELLICER CATALÁN, M., ESCACENA CARRASCO, J. L. y BENDALA GALÁN, M., El Cerro Macareno,
Excavaciones Arqueológicas en España, 124, Madrid, 1983, fig. 56: 472.
31 Las cifras de espuelas de la provincia de Córdoba se han tomado directamente de QUESADA SANZ,
F., Op. cit., nota 2 (2001-2002), en cuya figura 2 se explicitan para Torviscales más de cuatro
especímenes, mientras Almedinilla y Cerro de la Cruz tendrían un solo ítem para cada yacimiento.
En este sentido, las once espuelas cordobesas señaladas en nuestra figura 10 suponen una cantidad
conscientemente restrictiva, pues posiblemente se trate de un número mayor. Así, la explícita indicación de Quesada para Los Torviscales (> 4) la hemos tomado por cinco espuelas, mientras hemos
mantenido una para Cerro de la Cruz y cinco más de Los Collados, siguiendo a Maraver y Alfaro
(véase la nota 28).
32 Según los análisis efectuados hasta ahora, las máximas concentraciones peninsulares estarían en La
Serreta de Alcoy, así como en el Cigarralejo, con la diferencia de tratarse –respectivamente– de un
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JUAN A. PACHÓN ROMERO, JAVIER L. CARRASCO RUS, JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ
biente donde encontramos referentes formales, manufacturales y cronológicos para los casos que se vienen conociendo en Andalucía. Pese a las lagunas
que todavía son evidentes en el área andaluza, ya puede considerarse que el
influjo del Sureste y Levante explicaría la polarización en las recuperaciones
de espuelas meridionales en la Alta Andalucía. Una tendencia que debería materializarse en posteriores hallazgos, conforme se vayan conociendo los contenidos de las excavaciones que aún no se han publicado, o se revisen los materiales de antiguas excavaciones que en su día no se analizaron exhaustivamente.
Por lo que respecta a la situación histórica de estas espuelas, la disociación de muchos de los materiales arqueológicos procedentes de antiguas
excavaciones, o incluso el carácter de recuperación superficial de muchas de
ellas, impide un acercamiento temporal de consideración; lo que se une, por
otro lado, al hecho de que la diversidad de tipos dificulta aún más esta pretensión. No obstante, existen algunos hallazgos necropolares, como los de
Cigarralejo, que podrían arrojar alguna luz en esta cuestión, ya que son prácticamente los únicos en los que su recuperación contextualizada permite abordar con garantías una clasificación cronológica.
En concreto, serían tres las espuelas de esa necrópolis murciana que podemos paralelizar —de algún modo— con la de Las Agujetas, aunque tampoco encontramos en ellas garantías suficientes de que fueran totalmente elaboradas en bronce. Ninguna ha conservado el acicate, pero aquellas que presentan restos del mismo no lo tuvieron tampoco de bronce, sino de hierro. Esta
diferencia con el hallazgo granadino permite separar sus facturas tecnológicas, lo que no sabemos si supone alguna trascendencia en cuanto a su distanciamiento temporal. Las espuelas murcianas a que nos referimos fueron encontradas en las tumbas 200, 206 y 277 33. Todas ellas se corresponden con
tipos de espuelas rígidas, cuyas placas se elaboraron en bronce y donde sus
extremos presentan orificios rectangulares para el paso de las correas de sujeción, semejantes a la que estudiamos. Pero, de las tres, deberíamos descartar
la tercera, porque no presenta reborde preventivo, lo que nos permitiría clasificarla mejor como del tipo 2A y separarla del agrupamiento que aquí nos in-
poblado y una necrópolis. Trece ejemplares en cada uno de ellos [QUESADA SANZ, F., Op. cit., nota 2
(2002-2003), págs. 86-87]. Para un mejor conocimiento de esta problemática en la zona levantina,
también debe consultarse a PÉREZ MÍNGUEZ, R., «Acicates ibéricos del Museo de Prehistoria de Valencia», Homenaje a E. Pla Ballester, SIP. Trabajos Varios, 89, Valencia, 1999, págs. 215-220.
33 C UADRADO D ÍAZ , E., La necrópolis ibérica de «El Cigarralejo» (Mula, Murcia), Bibliotheca
Præhistorica Hispana, XXIII, CSIC, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Madrid, 1987;
respectivamente, pág. 357, T.200, n.º 6; pág. 375, T.206, n.º 1 y pág. 483, T.277, n.º 28.
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
35
teresa. Las dos restantes (Fig. 11) tampoco tendrían una total equivalencia con
la nuestra, dado que se corresponden con modelos que resultan de la conjunción de dos piezas diferentes: la placa, que es lo único conservado y el acicate, unidas mediante el remachado del segundo sobre la parte trasera de la primera. De este modo, la placa aisladamente tampoco resultaría igual que la granadina, ya que esta solo presenta dos orificios, mientras que las murcianas
ofrecen tres, siendo el agujero central —más pequeño— el que serviría para
el paso y fijación más firme del aguijón.
De las dos tumbas que nos quedan, para ajustar una fecha en la espuela de
Agujetas con las que cotejamos, quizás sea la sepultura número 200 la más
interesante, puesto que en la 206 los excavadores se encontraron con una sepultura arruinada de antiguo por las sucesivas labores funerarias de la propia
necrópolis ibérica. Prácticamente, esta tumba no ofreció ningún contexto sobre el que articular una interpretación cronológica, al margen de las referencias indirectas de los otros enterramientos que interesaban la integridad de los
restos donde se halló la segunda espuela. Pese a todo, E. Cuadrado arriesga
una data en torno al 375-300 a.C.; es decir, durante el último cuarto del siglo
IV a.C 34.
Por su parte, la tumba 200 resulta mucho más interesante. Es quizás la
más señalada del cementerio, tanto por su peculiaridad estructural, como por
su riqueza material, al reunir un ajuar realmente principesco que la convierte
en la más rica de todo el conjunto necropolar. Los excavadores, apoyándose
en el conjunto cerámico de importación de su ajuar, en el que se encontraba
un importante grupo de cerámicas áticas de barniz negro, fecharon esta sepultura en el período que transcurre entre el año 425 al 375 a.C.; un jalón temporal incierto entre finales del siglo V y principios del IV a.C. 35, pero cuyas
fechas pueden servirnos —al menos— para validar cronológicamente la espuela de Las Agujetas. No obstante, conviene señalar que las dataciones absolutas que se han destacado de El Cigarralejo han sufrido recientemente alguna pequeña corrección, atendiendo a problemas derivados de los análisis
de las muestras de C14 de esta misma sepultura 36; dificultades que han obligado a corregir esa data para dejarla establecida en una época algo más reciente. Más específicamente, esa alteración supondría descartar el último cuarto
34 CUADRADO DÍAZ, E., Op. cit., nota 33, pág. 384.
35 ÍDEM, Op. cit., nota 33, pág. 374.
36 IBÍDEM, «Tumbas principescas de El Cigarralejo», Madrider Mitteilungen, 9, 1968, págs. 149-186,
en especial, 186; ALMAGRO-GORBEA, M., El Bronce Final y el Período Orientalizante en Extremadura,
Bibliotheca Præhistorica Hispana, XIV, CSIC, Madrid, 1977, pág. 534.
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JUAN A. PACHÓN ROMERO, JAVIER L. CARRASCO RUS, JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ
de la quinta centuria 37, centrando la adjudicación cronológica en un momento
posterior, aunque indeterminado, de los primeros cincuenta años del siglo IV
a.C.
Somos conscientes de que esta valoración temporal podría interesar perfectamente a la espuela granadina de Pinos Puente, pero existen ciertas diferencias en la misma (formal y tecnológicamente) que también cabría interpretar como indicios de que su fabricación correspondiese a otra época, aunque
no fuese excesivamente distante de la expuesta. No pensamos, en todo caso,
que esas diferencias cronológicas supongan un excesivo distanciamiento de
los paralelos que se han venido proponiendo; por lo que nos centraremos para
acabar en aquellas otras peculiaridades que individualizan la espuela que aquí
estudiamos. Nos referimos, concretamente, a la presencia del elemento geométrico ornamental en la base del acicate y que ocupa la zona central de la placa, así como al hecho de su fabricación exclusivamente en bronce; aspectos
que, no por diferentes, merecen un tratamiento único, ya que podrían responder a un mismo sentido.
Al tratarse básicamente de un artilugio utilitario, las espuelas no suelen
presentar adornos, por lo que el caso de Agujetas es verdaderamente insólito.
Ciertamente, la posición del dispositivo en el tobillo del jinete, situado a horcajadas del caballo, paralelo a los ijares de este o, en algún caso, si se encontraba descabalgado, junto al suelo, hacían ciertamente problemático incluir en
la espuela algún elemento decorativo que difícilmente iba a ser visible para
cualquier observador ajeno. Todo lo más, su realización en bronce podría resultar suficiente para que, convenientemente pulido, acabara destacándose entre
toda la implementa del caballero ibérico 38. Quizás esa sea la razón de que la
mayor parte de las espuelas conocidas obvien cualquier elemento ornamental,
incluso que se realizaran mayoritariamente en hierro y que, a lo sumo, solo se
confeccionara con bronce la placa de sustentación del acicate.
En Las Agujetas, la espuela —en cambio— se fundió totalmente en bronce y, además, se le añadió un rombo decorativo con motivos incisos de carácter geométrico, que incluyen escamas periféricas y una línea central de pequeños circulitos. Son elementos de ornato de cierta tradición peninsular desde momentos orientalizantes, en los que se conocen círculos semejantes en
37 CASTRO MARTÍNEZ, P.V., LULL SANTIAGO, V. y MICÓ PÉREZ, R., Cronología de la Prehistoria Reciente de la Península Ibérica y Baleares (c. 2800-900 cal. ANE), British Archaeological Reports,
652, Oxford, 1996, pág. 35.
38 QUESADA SANZ, F., «Aristócratas a caballo y la existencia de una verdadera ‘caballería’ en la cultura
ibérica: dos ámbitos conceptuales diferentes», Los Iberos, príncipes de Occidente. Actas del Congreso Internacional, Barcelona, 1998, págs. 169-183.
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
37
objetos propios de la eboraria, la industria ósea, la cerámica 39 y, por supuesto, también de la toréutica 40. Su uso conjunto, uniendo ambos motivos decorativos es conocido en la orfebrería prerromana, habiéndose usado para la decoración de la superficie de ciertos brazaletes de metal noble 41. La constatación de este empleo claramente suntuario permite paralelizar para nuestra espuela una consideración que sobrepasa la dimensión exclusivamente utilitaria.
A ello parece haberse unido la disposición de un acicate especialmente largo,
con una dimensión que supera los seis centímetros y que hace difícil aceptarlo como instrumento de uso corriente para el espoleado del caballo, si quería
ser un objeto realmente práctico.
La conjunción, pues, de evidencias suntuarias en la decoración de la espuela de Agujetas, la misma fabricación global en bronce y la constatación de
un aguijón excesivamente largo, podrían apuntar a que estamos ante la presencia de un verdugo puramente ornamental; es decir, un ítem no utilitario,
concebido específicamente para un uso cultual, funerario y votivo. En todo
caso, dado su carácter militar, apropiado igualmente para exhibiciones o paradas castrenses, como todavía hoy siguen en uso en los desfiles militares,
donde su presencia afecta a aspectos concretos como los uniformes de gala,
sables, etc.
Esta más que probable practicidad de la espuela de Las Agujetas no interfiere la interpretación del sitio como espacio funerario, ya que su presencia
en una posible tumba podría explicarse cumpliendo toda la casuística que la
validaría como componente apropiado de un ajuar. Así, podría haber formado
parte del implemento de un guerrero, apropiado con los arreos de gala que le
compitiesen si fue un jinete. Al mismo tiempo podría haber pertenecido a un
39 Por ejemplo, en las cerámicas orientalizantes de Cerro Alcalá, las dos ánforas pintadas que conocemos del yacimiento acompañan las procesiones pintadas de cuadrúpedos alados con pequeños círculos, o pseudocírculos, que rodean las representaciones zoomorfas [PACHÓN ROMERO, J.A., ANÍBAL
GONZÁLEZ, C. y CARRASCO RUS, J., «Las cerámicas orientalizantes de Cerro Alcalá (Torres, Jaén)
en su contexto», Las cerámicas policromas orientalizantes y del Bronce Final desde la perspectiva
granadina. Monográfica. Biblioteca de Humanidades / Arte y Arqueología, 62, Granada, 2005,
págs. 127-154, gráf. 16-17, lám. 7; ÍDEM, «El conjunto orientalizante de Cerro Alcalá (Torres, Jaén).
Cuestiones de cronología, contexto e interpretación», Archivo de Prehistoria Levantina, XXVII, 2008,
figs. 4-7; PACHÓN ROMERO, J.A., CARRASCO RUS, J. y ANÍBAL GONZÁLEZ, C., «Producción anfórica
andaluza y decoración figurativa orientalizante. Análisis interno y proyección iconográfica: el paradigma de Cerro Alcalá», Antiqvitas, XXI, 2009, figs. 4, 9 y 14].
40 JIMÉNEZ ÁVILA, J., La toréutica orientalizante en la Península ibérica. Bibliotheca Archæologica
Hispana, 16, Real Academia de la Historia, Madrid, 2002.
41 DE LA BANDERA ROMERO, M.ª L., «Brazaletes peninsulares orientalizantes e ibéricos en metales
nobles», Habis, 15, 1984, págs. 365-418, fig. 3,i y 4,42. Este trabajo resume un capítulo de la obra
ÍDEM, La Joyería Orientalizante e Ibérica. Mitad Sur Peninsular, Tesis doctoral, microfichada, Sevilla, 1987, de la que también se publicó un resumen en la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1984-85.
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JUAN A. PACHÓN ROMERO, JAVIER L. CARRASCO RUS, JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ
depósito votivo relacionado con el culto a los dioses ecuestres que sabemos
constituyeron parte del ideario mítico de los iberos 42 y que, finalmente pasó a
integrarse en el ajuar del devoto difunto, tanto si fue un guerrero como si no.
Por último, cabe preguntarse el por qué de este hallazgo en Las Agujetas,
donde hasta ahora no se conocía ninguna otra recuperación de esta especie y,
además, que se trate de un espécimen metálico tan destacado por su elaboración y decoración. Sin tener que descartar las hipótesis planteadas hasta ahora, puede ofrecerse otra más relacionada con el culto ibérico al caballo, de
cuya importancia no vamos a tratar en extenso aquí 43, pero del que también
existen algunas referencias arqueológicas en los alrededores del yacimiento.
Efectivamente, muy cerca del Cerro de los Infantes se ha venido recuperando un grupo importante de placas de piedra sobre las que se grabaron relieves variados de figuras de caballo 44, hallazgo que se ha querido relacionar
con la existencia de un santuario (Fig. 12), pero que también se localiza en un
espacio necropolar de la ciudad 45, por lo que su relación con las prácticas funerarias 46 debe estar probada como pudo ocurrir con el santuario del
Cigarralejo 47.
Aunque estos relieves granadinos podrían ocupar un espectro temporal
mucho más moderno, porque algunos de ellos se acompañaron de inscripciones latinas 48, es indudable que su presencia hasta tiempos ibero-romanos o
posteriores hablan del mantenimiento de una tradición que debe hundir sus
raíces en momentos claramente prerromanos. Se materializaría así una cos-
42 QUESADA S ANZ, F. y GABALDÓN MARTÍNEZ, M.ª M., «¿Hipolatría, epifanía, protección de un bien
valioso? En torno al papel ‘religioso’ de los équidos en la Protohistoria peninsular», De dioses y
bestias. Animales y religión en el mundo antiguo, Spal Monografías, XI, Sevilla, 2008, págs. 143162.
43 QUESADA SANZ, F. y ZAMORA MERCHÁN, M., El caballo en la antigua Iberia. Estudios sobre los
équidos en la Edad del Hierro, Bibliotheca Archæologica Hispana, 19, Real Academia de la Historia, Madrid, 2003. En especial, merece consultarse en esta obra a QUESADA SANZ, F., «El caballo en
la antigua Iberia», págs. 9-19.
44 RODRÍGUEZ OLIVA, P., PEREGRÍN PARDO, F. y ANDERICA FRÍAS, J. R., «Exvotos con relieves de équidos
de la Vega granadina», XVI Congreso Nacional de Arqueología, (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, 1983, págs. 751-768.
45 PACHÓN ROMERO , J.A. y CARRASCO RUS, J., art. cit., nota 5 (2005), fig. 2: 5.
46 ADROHER AROUX, A. et alii., op. cit., nota 9, págs. 80-81.
47 Entre otras aportaciones, C UADRADO D ÍAZ , E., «Exvotos equinos del santuario ibérico de El
Cigarralejo (Murcia)», I Congresso Internazionale di Preistoria y Protostoria Mediterránea (Roma,
1951), Florencia, 1952, págs. 454-460; ÍDEM, «El conjunto arqueológico del Cigarralejo (Mula, Murcia)», Archivo Español de Arqueología, XXV, 1952, págs. 124-128; IBÍDEM, «La diosa ibérica de los
caballos», IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Madrid, 1954),
Zaragoza, 1956, págs. 797-810.
48 RODRÍGUEZ OLIVA, P. E. et alii., art. cit., nota 41, lám. VII:1.
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
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tumbre, tan arraigada, que justificaría comportamientos como los que explicarían la existencia de la espuela de Agujetas, posiblemente en una tumba. La
rotura que hoy presenta el verdugo debió producirse tras la ruina de la sepultura, presumiblemente por las labores agrícolas intensivas, propias de los cultivos de olivos que hoy dominan la zona necropolar del yacimiento.
Figura 1. Vista general del Cerro de las Agujetas desde el sur.
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Figura 2. Situación planimétrica de Las Agujetas (abajo) y relación con Los Infantes (arriba).
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Figura 3. Las Agujetas: cerámicas a mano [1-2 y 3 (?)], junto a ánfora fenicia o asociada (4)
y pithos policromo (5).
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Figura 4. Las Agujetas: cerámicas grises a torno preibéricas.
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43
Figura 5. Las Agujetas. Fíbula de tipo Alcores, sin escala.
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Figura 6. Agujetas: fragmento de kylix ática de figuras rojas, reconstruida idealmente a partir
de un fragmento del borde (centro) y de un original del Cigarralejo.
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
45
Figura 7. Las Agujetas: cuencos pintados ibéricos (1-2) y glande de plomo.
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Figura 8. Las Agujetas: dibujos (1-3) y fotografías (4-6) de la espuela ibérica.Vistas superior
(1), lateral izquierda (2 y 6), perpendicular (3-4) y lateral derecha (5).
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LAS ESPUELAS DE JINETES IBÉRICAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL
47
Figura 9. Hallazgos andaluces de espuelas prerromanas, a partir de los datos de F. Quesada y
el añadido de Las Agujetas.
Figura 10. Reparto provincial de las espuelas ibéricas andaluzas, en números absolutos
y relativos.
Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 21, 2008, 21-48
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JUAN A. PACHÓN ROMERO, JAVIER L. CARRASCO RUS, JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ
Figura 11. Espuelas rígidas de bronce de El Cigarralejo que no han conservado el espolón.
Tumbas 200 (izquierda) y 206 (derecha). A partir de los originales de E. Cuadrado (1987).
Figura 12. Relieves hípicos pétreos del posible santuario de Cerro de los Infantes, Pinos
Puente, conservados en el Museo Arqueológico Provincial de Granada. Sin escala.
Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 21, 2008, 21-48